Tres historias de miedo para octubre

historias de miedo

Si estás buscando qué leer en octubre, te recordamos que este es un mes relacionado con las historias de miedo, sobre todo porque la cultura estadounidense de festejar Halloween se ha extendido.

En realidad, esta celebración que consiste más bien en hacer fiestas de disfraces, proviene de la tradición de festejar a todos los santos, los mártires y los fieles difuntos. Así que, para estar a tono, este mes te proponemos historias de miedo que nada tienen que ver con los disfraces de Halloween pero si con la buena literatura.

Frankestein: la más clásica de las historias de miedo

Aunque es un clásico, y casi todo el mundo tiene alguna idea de la historia de Frankenstein, es una lectura necesaria. Mary Shelley, la autora, concibió el libro como una narración de terror, aunque en la actualidad es también considerado como el primer texto de ciencia ficción.

La novela, cuyo título completo es Frankenstein o el moderno Prometeo, es una reflexión sobre la vida y la muerte, y sobre las implicaciones para el hombre de jugar a ser Dios. Victor Frankenstein, en su deseo de investigar, termina descubriendo el secreto de la vida, y se empeña en llevar a cabo su experimento. Además, para que su creación sea apreciada, elige conformar a un ser que se le asemeje, pero, a la vez, que tenga características únicas, terribles.

Sin embargo, cuando al fin sucede lo que espera, cuando el monstruo abre los ojos, nuestro protagonista se asusta, por lo terrible de su aspecto, y porque considera que nunca podrá controlar a la criatura. La obra narra, sobre todo, los conflictos éticos a los que se somete Victor, quien teme porque ha creado a un sujeto con libre albedrío, al que, además, ha abandonado a su suerte, decidiendo desde le primer momento que se trata de un ser malvado.

El peso del protagonista en cuanto a los sucesos que se desencadenan, es enorme, no solo por ser el creador del monstruo, sino por no responsabilizarse de los actos de su creación.


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La canción del verdugo

No hay miedo comparable al que se siente cuando descubrimos historias terribles y reales. Y este es el caso de La canción del Verdugo, de Norman Mailer.

Un asesino despiadado, que mata a otros sin apenas sentirlo, es sancionado a morir frente a un pelotón de fusilamiento y esta situación es fácil de comprender, estemos o no de acuerdo con la pena capital. Pero entonces, llega el momento en que conocemos a los involucrados.

Entendemos que Gary es un hombre que posiblemente estaba destinado a aparecer en la historia como un ser despiadado, pero también fue un hombre que no supo cómo amar, pues tuvo en la vida pocas oportunidades de hacerlo.

La completa documentación de esta historia hizo que Norman Mailer recibiera por La canción del Verdugo el Premio Pulitzer. No necesitó cambiar nombres, ni hechos: contó todo tal cual, sin dar su opinión. Y sin embargo, concibió una de las historias más estremecedoras de la literatura contemporánea.

Ritos funerarios

Ritos funerarios nos lleva directamente al año 1829 en Islandia. En esa fecha tres delincuentes están a punto de ser ejecutados por el asesinato a sangre fría de dos hombres. Nuestra protagonista, Agnes Magnúsdóttir, es una de ellos.

La criada esperará su muerte en la casa de la familia de un alguacil, donde es recibida con miedo e indignación. Agnes amaba a una de las víctimas, Natan, su patrón y amante, por lo que su sentencia debe cumplirse porque la consideran malvada, vengativa y bruja.

Sin embargo, a través de lo que ella misma va contando, y de lo que sucede en la granja Kornsá, descubrimos que la joven, si bien estuvo implicada, no fue totalmente responsable de los acontecimientos de la noche funesta.

Si leemos entre líneas, podemos notar la simpatía que siente la autora por el oscuro personaje de la chica. Agnes, quien si existió. Fue la última mujer ejecutada en Islandia, y la autora, Hanna Kent, confiesa que ser decapitado le parece una manera de morir terrible y simbólica, de ahí su atracción por la historia.

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